lunes, 9 de agosto de 2010

In Memoriam

Llovía. Como todos los días desde hacía años, lo último que hacía antes de irse a dormir, era dar un paseo, hiciera frio, calor, nevara o lloviera, pero esta noche no; no hacía falta, de todas formas salió al portal.

        Encendió el cigarrillo, exhaló el humo de de la primera calada, carraspeo, -tengo que dejar de fumar de una vez,-Todas los días se repetía lo mismo.

        Llovía, se hacía más visible a la luz de la farola, se quedo absorto, al igual que le pasaba con las  brasas de la chimenea, le relajaba y su mente vagaba a su libre albedrio, arreciaba el chaparrón, las gotas de llovía formaban una cortina de agua al atravesar la luz, le vino a la memoria algo que su madre le decía cada vez que llovía,-“La gente dice que son los ángeles que lloran, pero no; te diré la verdad, entonces le daba un halo de misterio que llamaba mi atención; cada gota es un deseo, y cada uno puede encontrar el suyo”.

-¿Cómo se sabe que gota es la que trae tu deseo?,-le preguntaba al tiempo que seguían mirando la lluvia por el ventanal de la cocina.

-Hay que mirar con el corazón,-contestaba, siempre se quedaba con las ganas de preguntar ¿Cómo se miraba con el corazón?, pero había preguntas que le intrigaban más,-¿Quién ponía los deseos en las gotas de lluvia?, alguien las tenía que poner en las nubes para luego que las gotas las llevaran hasta el suelo, ¿No?.

-Cada persona buena que se ha ido, y cada ser vivo que se ha sentido querido, puede poner deseos,- Entonces,  inevitablemente  intentaba localizar esa gota de lluvia que le traería el deseo y que le devolviera aquel gorrión que crió,-pero se ve que no sabía ver con el corazón, y nunca localizó esa gota del deseo, su madre seguía liada frente a la lumbre preparando la cena para cuando llegara su padre.

        La verdad, es que nunca había perdido la ilusión irracional de encontrar su gota de lluvia del deseo.

        Sacudió con el dedo índice de su mano derecha el cigarro para quitar la ceniza, una gota certera apagó la lumbre del pitillo, instintivamente miró al cielo, al tiempo que sacaba del bolsillo el mechero para volver a encender el piti, se llevó el cigarrillo a los labios y acercó el mechero al cigarro, “Chas”,”Chas”, una llama titilante brotó, y una gota de lluvia, tan certera como la anterior la apagó, levantó la cabeza nuevamente, la farola tenía una luz diferente, es más, ¡no llovía!, y él se encontraba paseando por la acera, con las adelfas de flores rosas a la izquierda, y a la derecha, macizos de una enredadera de flores blancas, retamas de flores amarillas, acacias, algún que otro abeto, y una pradera natural en la que también había tomillo, y unas florecillas chiquititas moradas.

        No entendía nada, estaría perdiendo la razón, miró a su alrededor, el entorno no le era desconocido, caminó acera arriba, ¡cuánto le hubiese gustado dar aquel último paseo!, aunque era muy pesada, siempre llevaba aquella lista interminable de olores, y tenía que puntear todos antes de volver a casa, ahora lo echaba de menos……., le distrajo de sus pensamientos un aroma parecido al jazmín, la verdad, ese aroma siempre le parecía fuerte.

        Incrédulo extendió su mano derecha para comprobar que no llovía, dos nuevas gotas de lluvia cayeron  en su palma, sacudió la mano para quitárselas, pero al mirar nuevamente su mano, estaban allí, se tornaron en un arco iris que fue creciendo a su alrededor, fue entonces cuando , por la pradera bajaba aquel mastín que hacía más de un año que no veía, aunque todo este tiempo pensó que dada su avanzada edad, 14 años, ….., el caso es que ahora no arrastraba sus cuartos traseros. ¡No era posible!, junto a él estaba aquel labrador blanco que atropellaron frente al portal de su casa, comenzó a asustarse, metió la mano  en su bolsillo y encontró su pequeño escarabajo de cristal.

-A mi no me preguntes, no tengo nada que ver,- Si no había preguntado nada

-Ya sé que no, de todas formas yo te lo aclaro, es tu sueño, o mejor dicho tu deseo, ¡tú sabrás que has deseado!, yo solo puedo llevarte por el mundo de la imaginación no de los deseos, pero si te diré algo, esta por ahí.

-Y tú que sabes, no dices que perteneces al mundo de la imaginación,-entrometido, siempre parecía saber todo, y cuando le necesitaba para entrar en su mundo, no aparecía.

-Si quieres llamo a la luciérnaga  para que te ayude,- Insistió

-¿Que luciérnaga?,- de repente estaba hablando con el escarabajo de cristal cuya tonalidad comenzó a cambiar.

-Cual va a ser, no te acuerdas ya de ella,  tenía unas alas de mariposa grandes, de un tono azul con pequeños destellos y pequeñas briznas de polvo estrellado que se precipitaban al suelo, -Sí, sí que se acordó, en ese instante, la flor rosa de la adelfa que tenía a su izquierda aumento su color tornándose en violeta y revoloteando a su alrededor.

-Hola, sígueme,- Instintivamente siguió la estela de pequeñísimas estrellas de cristal brillante, todo podría ocurrir.

        La estela aumento su fulgor hasta el punto de no ver con claridad las alas azules de la luciérnaga, siguió la estela vehementemente,- ¿sería posible…..?,- no se atrevía ni siquiera a terminar sus pensamientos, su parte racional se lo impedía.

-¡Eh!, así no puedo ayudarte,-El pequeño escarabajo de cristal interrumpió sus pensamientos.

-Déjale, más pronto que tarde logrará su deseo, -le respondió la luciérnaga

-¡Oye!, que estoy aquí,- Molesto intervino.

-No creo que nos escuche, -continuó la luciérnaga su charla con el escarabajo, aumentando el brillo de sus alas con un movimiento ligero de sus antenas.

-Pues sí, sí que estoy aquí, y os oigo,- molesto volvió a responderles.

-Sigue su estela y calla, procura mirar con el corazón,-Sentenció la luciérnaga.

Otra vez volvía a oír aquello que le decía su madre de chico y que nunca había logrado descubrir.

        Los titilantes destellos de la estela pasaron de un intenso azul brillante a los destellos del diamante, pero…..

-¿Qué pasaba?,- Paralizado, impotente, vio como cada vez quedaba menos destellos de la estela, pero su color fue más cálido, un último destello se acercó a su cara y sintió un lengüetazo, con un nudo en la garganta miró como se elevaba sin perder intensidad, se había hecho de noche, siguió su ascenso, hasta verla junto a sus otras estrellas, y supo en aquel instante, que al igual que con las otras, podría desde aquel momento hablar con ella, reír con ella, llorar con ella, fue entonces cuando descubrió como mirar con el corazón, y sintió como con cada titileo de sus estrellas de sus seres de dos patas, y su nueva estrella de su ser querido de cuatro patas,  el hueco de su alma se iba restañando.